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domingo, 3 de abril de 2011

Arte, belleza.


Unas zapatillas negras, parecidas a las de ballet, unas mayas de color negro y cualquier tipo de camiseta. Era lo único que necesitaba. Su melena rubia, atrapada en una coleta a modo de moño mal hecho, rápido. Eso es todo, no había más. Ella entre cuarenta niñas, la única que reflejaba una palabra: baile, belleza. Cada día la contemplo desde una fila hacia delante. Continuamente la miro, conmovida por cada paso, que lo lleva a rozar la perfección al coordinar sus brazos, sus pies y el sentimiento que cada coreografía requiere. Nada la cansa, mientras la música continúe. Verla a ella, te lleva a identificarte con cada movimiento, introducirte en el mundo de esa melodía. No es necesario comprender la danza, da igual, tan solo mírala a los ojos y la expresión de ellos, son muestra de lo que está viviendo: pasión. En el instante en el que se mete en esa música, se transforma. Sabe sacar cada una de sus preocupaciones o alegrías a través de ella. Nada la guía a sentarse, lo intenta y reintenta de nuevo, hasta hacer de esos pasos, algo suyo, con un toque único, distinto, que nadie sería capaz de imitar. Ella, la reina de ese gimnasio al que cada día acudo. Ella, mi ejemplo de belleza, esfuerzo, ánimo y la luz que me incita a sentir amor por la danza, el baile. Reír, en ocasiones, llorar tras sentir y llegar a la perfección de cada movimiento.


‘Unas zapatillas negras, parecidas a las de ballet, unas mayas de color negro, cualquier tipo de camiseta y una melena atrapada en una coleta a modo de moño: Arte, belleza’.


Ana Díaz.

Sábado, 3 de Abril de 2011.

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