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martes, 13 de septiembre de 2011

Viene y va.


Me hace gracia. Echar el tiempo atrás, retroceder en él, visualizar todo cuanto se ha vivido. Ver el puzzle completo y montado, con cada pieza en su sitio, creyendo que cada una se conservaría en su lugar, pensando que ningún ser maligno vendría a desmontarlo y sobre todo, afirmar que eres una de esas piezas de ese puzzle, sin la cuál estaría incompleto.
Viajar en el pasado es fácil, sí, todo el mundo puede volver a recordar su niñez.
‘Por siempre y para siempre’, el camino, nos separa, nos machaca, nos pone obstáculos difíciles de pasar, pruebas inimaginables, acertijos, sí, incluso nos da tortas, para que visualicemos la realidad: un presente.
El puzzle, se va desarmando. Las piezas empiezan a coger vida, se endurecen y hacen daño a las demás, porque ese puzzle no puede estar construido como un edificio, no puede aguantar, tambalea y se derrumba. El juego, va tomando pausas. Lo que comenzó siendo un pasatiempo para montarlo, prosigue, convirtiéndose en una pelea por prevalecer y seguir formando parte de ese puzzle.
Todas las piezas no pueden ser perfectas. Ese puzzle, no estaba bien formado. Ahora chocan y discuten entre ellas. Se forma una batalla.
Ya no encajan, ya no son inseparables. Van expulsando. Ese puzzle es malo y nunca podrá permacer unido en un para siempre.

Volvería al colegio y armaría ese juego. Lo haría de nuevo, es más, haría varios, para que cada pieza expulsada, pudiese encontrar un lugar en otro puzzle.

Ahora, mi puzzle, ese puzzle que de pequeñita construí, ya no está. Le faltan piezas. Se perdieron y mi pieza, nunca se ha vuelto a encontrar, porque ese puzzle no era el sitio donde mi pieza encajaba. Ese puzzle ahora, no es un puzzle.

Es un resto que quedó de aquel juego que de pequeñas formamos.

Ahora las piezas están perdidas, y se quedó incompleto. Porque llegó la hora de vivir sin estar sujeta a nada en lo que se llama vida, mi gran batalla.

Ana Díaz.
Sábado, 11 de Septiembre de 2010.

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